El pasado 29 de febrero de 2016, ayer, arrancamos con la 6ª Edición del ABC de la Dirección de Personas, en Escuela de Empresarios EDEM.
Las escuelas de negocios suelen contratarme para abrir sus programas (ice-breaker 😉 o para cerrarlos y dejar a los participantes llenos de energía, haciendo que se vengan arriba J. En este caso abrí.
En ocasiones, te encuentras con grupos en lugar de equipos. Mi cometido es entrar en ellos para lograr que se cohesionen, se permeabilicen y darles las claves de oratoria profesional que necesitan para mejorar.
A nivel individual también encuentras profesionales que, por un lado, hablan en público bajo un techo de cristal que les impide seguir creciendo y, por otro, no se atreven a salir de su zona de confort por miedo a equivocarse: la mejor fórmula para aprender. Eso no es bueno.
Baso mi afirmación en dos premisas:
Hay que atreverse y ser humildes.
Las personas tenemos espíritu gregario y nos dejamos contagiar con facilidad. Si la clase está salpicada con escépticos cerrados, el desgaste energético que hay que invertir para entrar en ellos, remover algo en su interior y que transformen mis palabras en acción… es bastante más elevado.
Mientras les hablas, destinas una parte de tu energía en atravesar su barrera invisible y otra parte en transmitir los contenidos del programa.
Ayer no hizo falta desgastarse. Me encontré con uno de esos grupos permeables, abiertos y con una excelente predisposición al aprendizaje con los que se disfruta desde el inicio.
Esta condición, unida a sus perfiles profesionales y a la índole de los puestos de responsabilidad que ocupan (gestionar y liderar personas) me permitió abordar no sólo técnicas de oratoria profesional, sino las claves necesarias para crear una comunicación cercana con sus colaboradores y, más allá, con sus seres queridos.
Es un placer ayudar a personas abiertas y humildes a conseguir sus objetivos, sobre todo, porque te permite destinar esa energía extra a disfrutar haciéndolo.
😉